domingo, 11 de septiembre de 2011

EL CALLEJÓN - Por José Luis Cortés Matus.


Nunca sentí la necesidad de cruzar ese callejón oscuro que cruzaba desafiante aquella manzana que llevaba a mi casa, desde niño la evitaba , historias de miedo de mis compañeros de primaria me hacían temblar con la simple idea de caminar por ese pasadizo hacia el terror invocado por los rincones más oscuros de mi mente.
Fue hasta mis 22 años que  me vi necesitado de caminar por ellos, desearía hasta ahora nunca haberlo hecho…

La lluvia era intensa y como es común en los pueblos cerca de las montañas, la neblina me hacía ver poco más de lo que a dos pasos de mi se encontraba, solo aquel callejón pobremente iluminado me separaba de mi hogar, con mi madre aun devastada por la prematura muerte de mi papá, con mi hermana a quien anhelaba ver desde hace 3 años pero por motivos de la escuela y mi trabajo no había podido visitar, estaba a un callejón de ver a esas dos mujeres que tanto amaba.

Al llegar al vórtice de la entrada sentí el miedo penetrar en mi cuerpo como en mi infancia, recuerdos de historias que contaban como una criatura inhumaba habitaba en el , alimentándose de ratas y basura para sobrevivir en el día y en la noche de indigentes que buscaban un lugar para pasar otro día mas de sus atormentadas vidas, en su momento me parecía muy posible todo esto, pero a mis 22 años el razonamiento era diferente, vivimos en la era de lo comprobable me dije a mi mismo, los temores de la infancia no son más que eso, cosa del pasado.

Mientras caminaba por aquel sendero de pesadillas iba descubriendo tras la niebla todo tipo de deprimentes iconos del deplorable nivel económico y social de nuestro país , cajas de cartón con periódicos adentro , posiblemente hogar de indigentes , botes con pegamento y cemento , el alimento de las almas caídas en desgracia, residuos de un mundo que decide no voltearlos a ver en sus horas más convalecientes, triste en verdad era aquel panorama , mientras más caminaba más me encontraba con la evidencia rotunda de que aquel pueblo como aquel país en el que vivía de niño no era más el mismo, era un lugar donde los monstruos si existen y se alimentan del seno de nuestro miedo , cada vez más gordos , cada vez mas fuertes…. Lamentablemente mi interpretación de aquella situación estaba a punto de volverse un poco más literal de lo deseada.

Entre mis pasos cada vez mas rápidos escuche un sonido, como aquel que provoca una gotera en un cuarto oscuro y también otro parecido al de los dientes hendidos en un corte de carne a término medio, en su momento pensé que era algún ratón aprovechando las sobras  de algún bote de basura , mi idea previa se hizo pedazos al ver aquellos ojos rojos , tan intensos como brazas en el fuego , tan inyectados de sangre como los de un demencial can del infierno , tan llenos de maldad, a esos ojos se asomo un rostros que no era para nada humano , un rostro con morfología tan fuera de este mundo que lo único que pude pensar fue una palabra : DEMONIO.

El engendro de aquella nublada noche me miraba fijamente, pasó quizás medio minuto para que pudiera notar lo que llevaba debajo de esa boca llena de grandes y finos dientes como si de un tiburón blanco se tratara, aquello que llevaba en la boca era parte del cuerpo de un hombre  de no más de 25 años, “bien podría ser yo” pensé por un momento.

Al mirarme entre la niebla aquel demonio soltó su presa y se acerco a mi caminando erguido  en un par de miembros que lejos estaban de parecerse a piernas… a una distancia en la que su respiración le soplaba el cabello se detuvo, miro hacia abajo y hablo, hablo con una voz que hasta el momento en las noches de lluvia no puedo olvidar, una voz que ciertas noches me hace levantarme empapado en sudor y mirar por la ventana, mirar por el oscuro cielo y preguntarme si alguna vez volveré a oírla.

“este es el resultado de tus pecados” me dijo la bestia salida de la oscuridad del callejón, “producto de tu miedo a lo que no conoces” , “producto de tu ignorancia y de tu falta de valor”, no hable porque no podía , simplemente me quede petrificado escuchando el sermón de un ser de algún infierno como los narrados por Dante, aquella bestia tomo mi cabeza con una de sus garras y por un instante pensé que pequeña era en comparación de una de sus grandes garras, tan pequeña como un huevo de codorniz en las manos de un adulto…. “Prueba el sabor del desprecio” me dijo mientras introducía dos de sus dedos en mi boca. Fue en ese momento cuando entendí la razón de esta demoniaca epifanía… entre el sabor amargamente indescriptible de aquellos dedos y mi estado semi-catatonico vino a mi mente un recuerdo de mi infancia.

Entre mis idas de la escuela a casa vi alguna vez a un niño en ese callejón, aunque mayor que yo , el niño era más pequeño y delgado , vestido con ropas viejas y unos zapatos asomaban unos deditos negros por falta de un buen baño…. “tírale una piedra” me dijo Manuel  a quien consideraba mi amigo en ese entonces, “tírale una piedra y que se vaya al callejón, ese no vale nada”, asentí con la cabeza y avente la roca…. El sonido horrible, un sonido seco, hiriente, la sangre comenzó a brotar, cada vez más fuerte, aun cuando sus pies estaban inundados por aquella sangre… nunca lloro, nunca se quejo, solo me miro fijamente, como preguntando porque, como queriendo entenderme.

Pude ver la vida de ese niño, tratado asi mil veces por una sociedad hiriente, intolerante , una sociedad de desprecio… ese niño se volvió joven, violo, mato y degrado tanto como fue degradado y por todo ese mal cometido se volvió aperitivo de un ser complemente maligno, aquel muchacho golpeado por la piedra era el mismo que se encontraba entre las fauces de demonio, aquel muchacho era creación mía, creación de mi miedo, de mi ignorancia, de mi desprecio, se volvió mi acolito en el odio, se volvió víctima de una cadena de desprecio que yo comencé.

Mientras la realidad volvía a reflejarse en mi aun poco lucida mente me di cuenta de que estaba tendido en el piso, que era ya de día y tanto la lluvia como la niebla habían desaparecido. No había cuerpo, ni demonio y tampoco evidencia de aquella noche de terror, lo único que estaba delante de mi era el final de aquel callejón y aun mas lejos la puerta a mi casa…

Mi madre y mi hermana me recibieron preocupadas  y después de inventarle una excusa lo suficientemente creíble y elaborada me fui a mi cuarto, lleno de miedo me recosté en la cama y llore por cerca de una hora.
Ya pasaron cerca de 3 años desde ese incidente, cuando veo a alguien necesitado, que necesita tan solo un consejo o ayuda de algún tipo el sabor viene a mi boca, ese sabor inhumanamente amargo, hasta la fecha encontré solo una forma de remediarlo.

Haciendo algo.

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